Enfundada en un resplandeciente traje metalizado y con plataformas doradas a juego, la supermodelo desprendió su incombustible belleza al son del “Could It Be Magic” de Donna Summer, banda sonora perfecta teniendo presente que la top de sesenta y dos años fue, como Summers, una de las reinas del Studio cincuenta y cuatro. Clienta frecuente y señalada de sus madrugadas (como inmortaliza el nuevo libro de Ivan Shaw, Patti Hansen: A Portrait), el renombrado garito neoyorkino le sirvió asimismo a Hansen para conocer a su gran amor Keith Richards, con quien estuvo casada a lo largo de treinta y seis años.
A lo largo del deslumbrante espectáculo, los glamurosos recuerdos de la década asaltaron a la modelo de Staten Island. “Ver al mundo entero bailando cuando se ha puesto a cantar [Barry Manilow], me ha hecho llorar”, comentaba alegre en el backstage el final apoteósico del desfile, con el conocido crooner entonando su enorme éxito de mil novecientos setenta y ocho “Copacabana” y todo el abanico de modelos –incluidas Hermosa y Gigi Hadid, Adesuwa Aighewi, Selena Forrest, Lily Nova y Bomi Youn– aplaudiendo junto a él y meneando las caderas sobre un escenario de oropeles dorados. “¡Es como sentirse nuevamente en el Studio cincuenta y cuatro!”.
Mas no solamente la música, los pasos de baile y las chombas merchandising (¡abrigos de pelo! ¡Boas de plumas! ¡Vestidos halter de lentejuelas!) avivaron su nostalgia: los ojos ahumados y las explosivas melenas cardadas asimismo contribuyeron. “No difiere mucho de como lo llevo ahora”, comentaba mientras que el estilista Orlando Pita arreglaba su increíble melenón rubio. “¡Llevo los ojos oscuros y jamás me peino con el secador!”.
En sintonía con esta carta de amor de Kors al alto voltaje, las chombas y la diversidad de la zona West 50s de Manhattan a fines de los setenta, Pita ofreció una excepcional pluralidad de estilismos –cascadas de ondas flotantes, bucles extragrandes o bien nubes afro–, adaptados al detalle y conjuntados con multitud de boinas inclinadas y tocados refulgentes estilo cabaret. Tras devorar el año pasado el revelador reportaje Studio cincuenta y cuatro, el profesional se sentía en el paraíso del peluquero: “En los años del disco, estaba en el instituto y acostumbraba a ir a Studio cincuenta y cuatro”, explicó. “[Aquella época] es parte integrante de mí. Siempre y en todo momento voy a tener esa conexión con ella”. El maquillador Dick Page estaba, por lo menos, en exactamente la misma onda. “Her name was Gigi, she was a showgirl . . .”, canturreaba mientras que retocaba 2 looks diferentes de ojos ahumados, uno con sombra violeta lavada y el otro con un degradé de ónix y oro. “Me agrada la idea de emplear el maquillaje como decoración”, explicó. “¡Es más ameno cuando no debes pensártelo tanto!”. En este sentido, ciertos maquillaje para ojos de Page, como el que reservó a Hansen, fueron más sutiles, con un eyeliner negro azabache y múltiples capas de máscara para dar mucho volumen a las pestañitas.
¿Y cuál es el secreto del esplendor imperecedero de Hansen? Una genética privilegiada (mejorada por Page con una base translúcida de MAC para dejar asomar sus pecas) y el reciente descubrimiento de las rutinas de cuidado facial. “Tardé un buen tiempo en comenzar a cuidarme la piel, y cuando cumplí sesenta años, fue como, ay, voy a iniciar ya”, confesó. “Sobre todo hidrato mucho la piel y empleo Retin-A”. Una parte del mérito se lo debe a sus hijas, Theodora y Alexandra Richards, considerablemente más ofuscadas con cuidarse y que le impulsaron a ponerse las pilas. “¡Me han enseñado a preocuparme, más que yo a !, bromea Hansen. “¡Están muy metidas en el tema!”
Desde el front row infestado de estrellas, las hijas de la modelo la observaban con orgullo. “¡Mi mamá!”, afirmaba Theodora en un vídeo de su madre en Instagram, y alardeaba de los grandes compañeros de fiesta que han sido siempre y en todo momento Kors y Hansen: “¡Uy, las historias que me han contado y las que no!”. Ante todo, resalta Hansen, el desfile nostálgico de Kors festejaba la ferocidad neoyorkina de aquellos días de esplendor nocturno: “Trabajamos mucho, y nos divertimos mucho”.